Cuento con final abierto y alguna sorpresita
Extirpando un novio.
Era la media tarde, cuando el bar se llenaba de abogados y de estudiantes. Un grupo de mujeres conversaba, secreteaba y esporádicamente estallaba en risas. Por lo que había podido oír hablaban de una historia de disfraces, cuernos y monstruos, nada interesante para los hombres.
Alguno, con ánimo de chanza habìa dicho que ese momento nuestro querido “Ideal” parecìa una pelopincho llena de tiburones. A mí no me importaba, total, sòlo me dedico a escribir y puedo hacerlo donde quiera, pueda y se me antoje. Y aunque no lo crean los abogados pueden ser buena gente y de tantro tratarlos me he hecho amigo de alguno que otro. Y en confianza le contaban cosas interesantes a uno y descubrí que un par de ellos tenían talento para el oficio de raltar, lástima que eran puros relatos “erósticos” según el decir del Decano.
Muchos amigos seguían yendo a cualquier hora, aunque quedàramos en minorìa. En ese momento Darío me ganaba la cuarta partida de ajedrez al hilo.
-Ponele ganas, boludo.
-Para qué, si vos lo dejàs a ese Fischer bien chiquitito
A Darío no le costaba esfuerzo jugar y ganarle a todo el mundo. Y yo no le iba a contar que estaba yendo a ver una profesora para que me iluminara sobre los misterios de reyes, alfiles y peones. Querìa zafar y me estaba aburriendo.
-Muchachos, los necesito para un favor.
Esa era la voz del Decano, puesto honorìfico que habìa ganado por darle una mano a todo el mundo y su buen humor.
-¿De qué se trata, don? -pregunté.
-Organizo una reunioncita y no quiero que se termine conversando de juicios y demandas, así que los necesito para que me animen la fiesta. Y hay un par chicas que han preguntado por usted -señaló a Darìo, que enrojeció.
-¡Por supuesto! Pero cuéntele de mì a alguna otra.
-Bueno, es en la noche del viernes, en el restauirante àrabe del puerto de Tigre. Va haber odaliscas.
Y se fue sonriendo.
-¡Huu! ¡Ahì viene Andresito y con una cara que ni te cuento!
Yo estaba de espaldas.
-¿Cara de culo?
-No, de desesperado.
Y llegó a nuestra mesa Andresito, se robò una silla de al lado y nos contó lo que venían incubando.
-Tengo problemas con Mariana.
-¿Sigue sin darte pelota? Nada nuevo entonces.
-El chiste es que comenzó a darme algo de onda, y la cosa pinta bien. Pero el joputa del novio le prohibió tener amigos varones. Ella es la mujer de mi vida, mi rubia y quiero operarle el novio, extirpàrselo, hacer que desaparezca.
Nos miramos con Darìo; parecía que nuesto amigo, apodado “Santo” porque iba a morir virgen, estaba perdiendo su cobardìa con las mujeres. Y nos lo dijo bastante convencido.
-¿Querés consejos? Yo no tengo- respondìo Darìo.
-Yo conozco un par de barrabravas...
-No seás pelotudo. Quiero letra para saber còmo separarla de ese flaco.
Darìo se interesò
-¿Es la de La Plata, la que ves una vez por mes? Buscá alguna màs cerca. -Y señalò a una chica de cabello castaño, de buen ver, que estudiaba a un par de mesas.
Andrés me mirò
-Sacale el tablero de ajedrez y explicale que es Merceditas. A esta altura deberìa conocer más a las crìas de escualo que hay en el bar.
-¿Laa... rompecorazones?
-Claro que sí, Gonza hizo un intento la semana pasada y le fue maal.
-¿Y de lo mío?
Darìo levantò las manos y se frotó las palmas.
-Deberíamos preguntarle a alguien más -concluì.
A ver, ayùdenme a contestarle a este personaje (Andrés) còmo echarle flit al novio y ganar el corazòn de su amada. De paso le cerramos el final al cuento.
