Segundo cuento del cuentista!
Recuerden que es ficciòn!
--------------------------------------
Misterios de la noche
Bar “Ideal”, seis de la tarde, con ganas de submarino y buscando encontrar un amigo entré. Sé que los habitués del bar suelen ser gente que aprovecha la ocasiòn para mostrarse excéntricos, pero lo de esta vez fue inusual...
Ni bien entré Gianinna me sale al encuentro y abraza:
-¡Soi Feliz! ¡Não pude dormir durante toda a noite! ¡Não mais donzela! -me besó en cada mejilla y se fue bailando samba y hablando a viva voz -¡Vinho branco pra tudos! ¡Soiii Feliiiiz!
¡Siempre se aprenden cosas nuevas! No imaginaba que Gianinna, con sus treinta y uno fuera... eso. Es inconcebible que una linda chica llegue a esa edad en ese estado.
Me senté en mi mesa y empecé a relojear lo que pasaba en el bar, El Decano hablaba con un hombre àrabe con turbante, explicàndole algo, sin duda un cliente. Gonzalo estaba con cara de traste, enojado con alguien y jugaba haciendo ruido con un hielo contra las paredes de un vaso. Se veìa un libro en su mesa, estirando el cogote, ví una palabra del tìtulo “Subcomandante”. Si lo viera el padre, un empresario vinícola mendocino, lo mata. Dos hombres bastante feos debatìan sobre Freud y Lacan... un clásico en los bares porteños.
Andrés brillaba por su ausencia, y lo buscaba a él; me habìa llegado un lindo soplo que lo concernía y quería saber la verdad. Segùn me contaron, Mercedes y Luego Giannina habìan estado tomando algo con él, se lo llevaron a un restaurant y al final partieron juntos, mareados, felices y bromeando. Yo querìa saber qué pasó después. Andar acompañado de mujeres no era tìpico de este burro, lo conozco hace años y no tiene tanto carisma. ¡Además, hace seis meses que me viene rompiendo la paciencia con “Mariana, la colorada platense”!.
Saboreando sorbitos, para disfrutar mejor del placer del submarino, mientras garabateaba algunas lìneas dejè pasar el tiempo, depués de todo soy un especialista en eso.
Eran las y media pasadas cuando el otro dejó ver su nariz.
Le hice señas y se vino a mi mesa. Se lo veìa un poco cansado y se sentò con cuidado, como si estuviera paspado. Le dije que lo andaba buscando y porquè, puso esa cara de boludo que sòlo sabe poner él y me hizo rejurarle que no lo iba a escribir (já, siempre escribo una buena historia).
Me empezó a contar, habìa llegado tarde al Bar y la vio a Mercedes muy bien arreglada en una mesa, sin duda esperando a alguien. Buscando alguien con quien conversar, me indicò a los dos hombres feos me los presentò como Artemisio Tril y Eleodoro Rivo; los dos psicòpatas, perdòn psicòlogos. Andrés aguantó quince minutos la charla y se fue. Por un rato creyó ver a la pareja de Mercedes, Un tipo tímido, de anteojos y ropa muy cara, que parecía un Lord Inglés; que pasó de largo.
Andrés observó a Mercedes (que es una criatura deliciosa para admirar) y esta ya se estaba aburriendo de esperar. Ella lo invitó a su mesa y empezaron a tomar algo, luego llegò Gianinna, también muy arreglada y aburrida de “estar solita en su casa”
Hablando de Gianinna, ella se paseaba por todo el bar, cantaba, bailaba un poco y luego tenìa momentos de tranquilidad en la barra. Observàndola bien, deduje que simulaba estar borracha, aprovechàndose de que el gallego dueño del bar la cuidaba como hija. Por una afortunada casualidad no habìa visto a Andrés. Más bien parecía que él no quería que lo viera.
-¿Che, de què hablaron en todo el rato?
-De Mariana, les pedì consejo sobre lo que podía hacer.
-¡NOOO, no podés ser tan boludo! Con vos estaban las dos chicas màs divinas del bar... ¿y no paraste hablar de tu imposible?
-Es que Mariana es mi musa, es la luz de mi vida.
-Està de novia con otro tipo, y si no pasa nada raro se van a casar... Haceme un favor, matate antes que quedès boludo al ciento por ciento. Pero si me contàs lo que pasó con las dos a la madrugada te dejo por el cielo, como el màs ganador.
-Gianinna, nos mencionò un restaurante nuevo, de cocina eclèctica y sabrosa, “Tìa Lila”. Fuimos ahí comimos, tomamos y hablamos de Mariana. -Yo querìa pegarle.
Andrés siguio:
-Luego de comer fuimos a la casa de Giani, los tres solos y de ahì... no me acuerdo bien, es como si tuviera resaca, no me duele la cabeza, pero me asaltan imàgenes como... como si fuera una pesadilla.
-De-ta-lles, dame de-talles...
-No sè, no me acuerdo, y se me traba la mente cuando quiero entenderlo.
-¿Què tomaste?
-Acá un whisky, en el restaurante probè tragos exóticos y de paso a lo de Giani compré un champucito....
¡Cagamos, mezcla! Y este huele un corcho de sidra y se marea...
-¡Maestro, eu te amo! ¡Anoite, sexo estou muito bueno! ¡Graça por facerme feliz!
La cara de sorpresa de Andrés fue inolvidable, y èl tampoco se va a olvidar cuando el gallego lo sacò corriendo, escopeta en mano.